Traducido al español por Andrea Cortes Saavedra
En este último webinario, nos gustaría vincular las conversaciones que hemos tenido sobre el reimaginar de los estudios de la infancia, rechazos y la violencia lenta al invitar a nuestros expositores a pensar con y a través de los marcos teóricos que han desafiado el liberalismo. Desde hace bastante tiempo, la academia crítica en torno a la raza, el indigenismo, la dis/capacidad, el feminismo, el neomarxismo, el descolonialismo y el poscolonialismo han interrogado productivamente las certezas liberales. Estas teorizaciones se fusionan en sus intentos de historizar las aseveraciones morales del liberalismo, politizar su ética de neutralidad y reconocer, así como reelaborar, su continua devaluación de vidas particulares. Al combinar análisis archivísticos y contemporáneos, ellos ofrecen marcos críticos que invitan a los estudios de la infancia a diagnosticar, e ir más allá de la valorización recuperativa, aislada y deshistorizada del liberalismo que subyace en algunas de sus afirmaciones actuales.
En primer lugar, su agudizada teorización en torno a las figuras paradigmáticas del esclavo y el indígena, como aquellos que fueron excluidos ontológicamente de la categoría de lo humano en los contextos coloniales con colonos, ha perturbado la narrativa del progreso que marca los debates contemporáneos sobre la ciudadanía y los derechos liberales (Hartman, 1997; Wilderson 2015; Tuck et al. 2013). Además, este desenmascaramiento de la relación simbiótica entre colonizador y colonizado ha contribuido en resaltar cómo el pensamiento racial moldeó las evaluaciones normativas de las distinciones culturales/civilizadoras (de las cuales la infancia ocupó un sitio clave) que patologizó e infantilizó a poblaciones enteras (Chatterjee 1993; Comaroff 1989).
En segundo lugar, esta historización autoconsciente del liberalismo también ha ayudado a remover un patrón arraigado que ve al estado liberal contemporáneo como neutral. Mediante la politización de las formas cotidianas en que el poder opresivo circula a través de valoraciones racializadas y de otras valoraciones culturalmente dominantes (incluyendo la heteronormatividad y la casta, por ejemplo), los académicos han expuesto cómo el “estado de derecho”, la “meritocracia” y la “protección igualitaria” sirven para exacerbar las jerarquías existentes y naturalizar los perdurables efectos de las exclusiones históricas (Crenshaw et al. 1995). Adicionalmente, el enfoque renovado en las exclusiones racializadas y estructurales del capitalismo han hecho visibles los profundos entrelazamientos entre la ‘violencia lenta’, el despojo y la clasificación biopolítica de las poblaciones no solo en contextos coloniales colonizados (Chakravartty et al 2012) sino que dentro de la lógica del ‘desarrollo” económico en estados post-independientes (Byrd et al 2018). Al establecer un nuevo lenguaje conceptual que interrumpe la autoevidencia del arte de gobernar liberal, estas teorías nos empujan a tener en cuenta el estado carcelario y la vía de la escuela a la prisión (Annamma 2018; Sojoyner 2016). En ese sentido, reconocen al subalterno como una figura de inhabilitación persistente (Spivak 1988); y reexaminan el terreno de la política como el que incluye el necropoder o el derecho del estado a matar como uno más potente que el biopoder (Mbembe 2003).
En tercer lugar, también nos alertan sobre la devaluación epistémica de la vida cotidiana de la mayoría de la gente no blanca marginalizada del mundo y que han trabajado para dirigir la investigación hacia el reconocimiento del valor de marcos ontológicos, metodológicos y políticos alternativos (Lugones 2010). Estos incluyen, por ejemplo, los esfuerzos de Gayatri Spivak (2004) para replantear la “responsabilidad” como una sensibilidad a medio archivar que ha sido atenuada en las sociedades postcapitalistas; los esfuerzos de Saidiya Hartman (2019) para romper los documentos de archivo abiertos a través de la “fabulación crítica” para proporcionar un panorama más amplio de la trata transatlántica de esclavos y la vida social negra; y los esfuerzos de Audra Simpson (2014) para repensar el indigenismo a través de una política de rechazo en lugar de una política de reconocimiento.
Nuestro objetivo con esta conversación es explorar el potencial y la utilidad de estas críticas al liberalismo para reimaginar ciertos supuestos clave dentro de los estudios de la infancia. Estamos pidiéndoles a los comentaristas que reflexionen y se basen en estas teorizaciones para identificar cómo ellas se han o podrían aplicarse de forma útil. También le estamos pidiendo a los comentaristas que mantengan una perspectiva crítica y que consideren cuáles podrían ser los límites de estas teorizaciones.
Algunas de nuestras preguntas incluyen:
- ¿Cómo estos marcos poderosos de historización de las prácticas culturales, sociales, psíquicas y materiales del liberalismo en colonias de colonos y no colonos nos fuerzan a abrir críticamente la comprensión de los estudios de la infancia sobre las subjetividades de los niños, incluyendo la valorización deshistorizada de la “agencia”?
- Dado que estas teorizaciones destacan la explotación de las infancias marginales no blancas como ni contingentes ni fortuitas, ¿cómo podría un encuadre más politizado de los colonos liberales y los estados posteriores a la independencia, las políticas de acumulación, el capitalismo racializado y la ‘violencia lenta’ complejizar fundamentalmente los entendimientos existentes sobre los niños y el porvenir?
- ¿Cómo podríamos trabajar para incluir epistémicamente el cultivo de las formas cotidianas de conocimiento de los niños marginalizados -incluyendo su “rechazo”- como aquello que a menudo excede y falla en encajar eficientemente en su representación dentro de las “narrativas del dolor” (Tuck et al 2014)?
Cómo citar: Sarada Balagopalan, “Omisiones del liberalismo: comentarios introductorios” en Reimagining Childhood Studies, 31 de marzo de 2021, https://reimaginingchildhoodstudies.com/omisiones-del-liberalismo-comentarios-introductorios/ Traducido al español por Andrea Cortes Saavedra.